miércoles, 29 de julio de 2009

Desde México: El Capitalismo Salvaje sin escrúpulos ni sentido humano.

MICROBIOS, GRIPE Y PUERCOS TRASNACIONALES.
Silvia Ribeiro



Aunque los casos comprobados de gripe porcina humana llegan a más de 100 mil en el mundo y se teme que las próximas mutaciones del virus lo harán más letal, los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) se esfuerzan en ignorar las causas reales de la pandemia. En lugar de ello, predominan los enfoques fragmentarios y sobre los síntomas, como el desarrollo de una vacuna contra el nuevo virus, que aunque tenga corta vida efectiva y hasta podría empeorar la situación, es un gran negocio para las trasnacionales que dominan ese mercado.

La actual pandemia de gripe porcina es grave en sí misma y sin embargo es apenas un indicador del acelerado proceso de recombinación y creación de nuevos agentes patógenos de los últimos años. No es un hecho aislado ni fortuito, es un componente lógico y coherente de la grave crisis generalizada de salud a nivel global, contraparte de las múltiples crisis económicas, ambientales, climáticas, en que estamos inmersos gracias a décadas de lucro desenfrenado de las trasnacionales, devastadoras de la gente y el planeta.
Aunque las autoridades finjan demencia (o incluso premien a los causantes de la epidemia, como en México) está claro el papel fundamental de la cría industrial de animales a gran escala, principalmente cerdos, como promotores de la creación de nuevos patógenos. No es el único factor, pero es clave en el origen de la actual epidemia y las que vienen, porque los cerdos actúan, más que otras especies, como "crisol" para la recombinación de nuevos virus. Las condiciones de hacinamiento de miles de animales donde circulan diferentes cepas de virus que pueden infectar simultánemente al mismo animal, el estrés, las frecuentes vacunaciones y exposición continua a plaguicidas, exacerban esta capacidad.
La comprobación de que también los humanos trasmiten el nuevo virus A/H1N1 a los cerdos, es muy preocupante porque acelera las causas de mutación del virus que puede retornar a los humanos en formas más agresivas. Sin embargo, el 16 de julio la OMS anunció que la gripe porcina humana (asépticamente llamada por ellos A/H1N1 para exculpar a los industriales de cría de puercos) se ha extendido tanto y el nivel de contagio es tan común, que ya no se requiere a los países reportar al organismo los nuevos casos. De todos modos, dice la OMS, les resultará imposible porque el contagio va mucho más rápido que su capacidad de contabilizarlos. Según la OMS "la pandemia de influenza 2009 se ha diseminado a nivel internacional con una rapidez sin precedentes. En pandemias anteriores, los virus de la gripe necesitaron más de seis meses para diseminarse tan ampliamente como el nuevo virus A/H1N1 lo ha hecho en menos de seis semanas".
Muestran así otro factor clave de la pandemia: el aumento del trasiego global de bienes, animales, personas (y microbios), inherente al mercado mundial que necesitan las trasnacionales.
Para ese mercado se construyen los grandes megaproyectos de infraestructura y energía (autopistas, grandes represas, hidrovías), aumenta la deforestación y el avance de los grandes monocultivos agrícolas y forestales (con la consecuente expulsión de poblaciones rurales hacia las ciudades) destruyendo a su paso los hábitats naturales y su biodiversidad y por tanto, los competidores benéficos y enemigos naturales de los microorganismos patógenos. La concentración resultante de población en grandes centros urbanos –también útil para las ventas centralizadas de las trasnacionales-, carentes en su periferia de servicios básicos, crea condiciones ideales para la transmisión en gran escala.
En todos los casos de epidemias y surgimiento de nuevos patógenos de las últimas décadas, tales como ébola, hantavirus, virus del Nilo, nuevas cepas de malaria, dengue, VIH, hay por detrás algunos de esos factores. Hay disrupción de hábitats de animales silvestres que actúan como reservorios sin contraer la enfermedad, forzando su migración a zonas más pobladas; crean nuevos y abundantes criaderos de vectores de las enfermedades (como charcos de agua en zonas deforestadas que crían mosquitos como anófeles, vector de la malaria; proliferación de moluscos e insectos en las lagunas y ríos afectados por grandes represas debido a cambios de salinidad, aumentando exponencialmente los casos de leishmaniasis, esquistosomiasis, etcétera); cercanía de mega criaderos industriales de cerdos y pollos, etcétera.
A esto hay que sumar el creciente uso y manipulación industrial de virus y bacterias, que son utilizados, por ejemplo, para construir transgénicos, para producir sustancias químicas y farmacéuticas, todo ello factor de aceleración de mutaciones.
Las políticas fragmentarias y sobre síntomas, también aumentan la velocidad de mutación y su impacto. Las campañas de desinfección masiva y el aumento de uso de antibacteriales, eliminan los microorganismos más débiles, dejan espacio a los más resistentes y obligan a los virus a mutar más rápido. Las campañas de vacunación crean una inmunidad temporal que produce que las nuevas generaciones no tengan ninguna defensa natural frente a este virus, al tiempo que dejan nichos vacíos para otros virus –quizá una de las causas de por qué la población más joven muere más rápido con el virus de la influenza actual, emparentado con el de la gripe de 1918.
Aunque las autoridades pretendan obviarlo, porque cuestiona el sistema global y el lucro de las trasnacionales, ver las causas del desastre en toda su magnitud es una tarea imprescindible, así como apoyar a los que siguen sosteniendo la biodiversidad y la salud del ambiente y la naturaleza, como campesinos, indígenas y comunidades locales.

POR LA LIBERACIÓN DE LAS AMÉRICAS!!!
VENCEREMOS!!!

Crónica del Autoritarismo "disfrazado" en México

LOS RIESGOS DE LA IDENTIFICACIÓN UNICA
La Jornada


El anuncio formulado ayer por el titular del Ejecutivo federal de que su gobierno implantará un documento de identidad con datos biométricos retoma una historia de intentos realizados en sexenios anteriores para establecer un padrón único y centralizado de la totalidad de la población. Ciertamente, los planes correspondientes –todos ellos frustrados hasta ahora– tienen como objetivo suprimir la discrecionalidad y la anarquía imperantes en materia de documentos de identificación.

Cabe recordar que, hasta hace unos años, las dependencias oficiales y las empresas privadas aceptaban, de manera indistinta, la cartilla del servicio militar (en el caso de los hombres), el pasaporte, credenciales del Instituto Mexicano del Seguro Social o la licencia para conducir. Esta última empezó a ser rechazada como documento identificatorio en la mayor parte de los trámites oficiales y bancarios luego que se evidenció la facilidad con que podía obtenerse un permiso apócrifo; sin embargo, se siguió aceptando el pasaporte, pese a que también ese documento era fácilmente falsificable. Por su parte, la Clave Única de Registro de Población resultó inoperante, pues el documento correspondiente carece de fotografía. A fin de cuentas, la generalidad de las dependencias y entidades empresariales terminaron por exigir la credencial para votar, expedida por el Instituto Federal Electoral, como una vía prácticamente universal de identificación.

Pero, más allá de la necesidad de contar con documentos y criterios uniformes en este requisito, cabe preguntarse hasta qué punto resulta aconsejable, o deseable, poner en manos de una dependencia del gobierno federal –la Secretaría de Gobernación, presumiblemente– un poder tan vasto como el que se derivaría de un registro biométrico de toda la ciudadanía. En efecto, en las condiciones de descomposición y corrupción imperantes, y ante las tendencias autoritarias que se manifiestan en forma cada vez más desembozada en el régimen actual, un padrón semejante podría colocar a los registrados en él en situaciones de absoluta indefensión y en riesgo de sufrir atropellos, extorsiones o acosos de malos servidores públicos. Habida cuenta de la creciente criminalización de las luchas sociales por parte del gobierno, con el sistema propuesto se amplía, por añadidura, el margen para la represión y la persecución política. Adicionalmente, nadie puede garantizar que los expedientes que se generasen con el uso regular y obligatorio de un documento como la cédula de identidad biométrica no fueran usados en forma indebida con propósitos delictivos o meramente mercantiles.

Lo anterior no es un exceso de suspicacia: en tiempos recientes se descubrió que el padrón electoral del país había sido adquirido por una firma estadunidense de mercadotecnia y tuvo lugar el escándalo del malogrado Registro Nacional de Vehículos (Renave), que fue dirigido nada menos que por Ricardo Miguel Cavallo, un sujeto de nacionalidad argentina responsable de crímenes contra la humanidad y de tráfico de automotores robados.

De entonces a la fecha se ha incrementado la penetración de grupos delictivos en las instituciones oficiales y se ha establecido que una buena parte de los integrantes de las corporaciones policiales podrían estar vinculados con el crimen organizado. Por ello, sin poner en duda la necesidad y la pertinencia de un sistema de identificación universal, el presente no parece ser el mejor momento para instrumentarlo.


POR LA LIBERACION DE LAS AMERICAS!!!

VENCEREMOS!!!

Contra el burocratismo


Contra el burocratismo


Este texto de El Che Guevara nos hace reflexionar en uno de los cánceres más grandes de nuestra américa latina.

Nuestra Revolución fue, en esencia, el producto de un movimiento guerrillero que inició la lucha armada contra la tiranía y la cristalizó en la toma del poder. Los primeros pasos como Estado Revolucionario, así como toda la primitiva época de nuestra gestión en el gobierno, estaban fuertemente teñidos de los elementos fundamentales de la táctica guerrillera como forma de administración estatal. El "guerrillerismo" repetía la experiencia de la lucha armada de las sierras y los campos de Cuba en las distintas organizaciones administrativas y de masas, y se traducía en que solamente las grandes consignas revolucionarias eran seguidas (y muchas veces interpretadas en distintas maneras) por los organismos de la administración y de la sociedad en general. La forma de resolver los problemas concretos estaba sujeta al libre arbitrio de cada uno de los dirigentes.

Por ocupar todo el complejo aparato de la sociedad, los campos de acción de las "guerrillas administrativas" chocaban entre sí, produciéndose continuos roces, órdenes y contraórdenes, distintas interpretaciones de las leyes, que llegaban, en algunos casos, a la réplica contra las mismas por parte de organismos que establecían sus propios dictados en forma de decretos, haciendo caso omiso del aparato central de dirección. Después de un año de dolorosas experiencias llegamos a la conclusión de que era imprescindible modificar totalmente nuestro estilo de trabajo y volver a organizar el aparato estatal de un modo racional, utilizando las técnicas de la planificación conocidas en los hermanos países socialistas.

Como contra medida, se empezaron a organizar los fuertes aparatos burocráticos que caracterizan esta primera época de construcción de nuestro Estado socialista, pero el bandazo fue demasiado grande y toda una serie de organismos, entre los que se incluye el Ministerio de Industrias, iniciaron una política de centralización operativa, frenando exageradamente la iniciativa de los administradores. Este concepto centralizador se explica por la escasez de cuadros medios y el espíritu anárquico anterior, lo que obligaba a un celo enorme en las exigencias de cumplimiento de las directivas. Paralelamente, la falta de aparatos de control adecuados hacía difícil la correcta localización a tiempo de las fallas administrativas, lo que amparaba el uso de la "libreta". De esta manera, los cuadros más conscientes y los más tímidos frenaban sus impulsos para atemperarlos a la marcha del lento engranaje de la administración, mientras otros campeaban todavía por sus respetos, sin sentirse obligados a acatar autoridad alguna, obligando a nuevas medidas de control que paralizaran su actividad. Así comienza a padecer nuestra Revolución el mal llamado burocratismo.

El burocratismo, evidentemente, no nace con la sociedad socialista ni es un componente obligado de ella. La burocracia estatal existía en la época de los regímenes burgueses con su cortejo de prebendas y de lacayismo, ya que a la sombra del presupuesto medraba un gran número de aprovechados que constituían la "corte" del político de turno. En una sociedad capitalista, donde todo el aparato del Estado está puesto al servicio de la burguesía, su importancia como órgano dirigente es muy pequeña y lo fundamental resulta hacerlo lo suficientemente permeable como para permitir el tránsito de los aprovechados y lo suficientemente hermético como para apresar en sus mallas al pueblo.

Dado el peso de los "pecados originales" yacentes en los antiguos aparatos administrativos y las situaciones creadas con posterioridad al triunfo de la Revolución, el mal del burocratismo comenzó a desarrollarse con fuerza. Si fuéramos a buscar sus raíces en el momento actual, agregaríamos a causas viejas nuevas motivaciones, encontrando tres razones fundamentales. Una de ellas es la falta de motor interno. Con esto queremos decir, la falta de interés del individuo por rendir su servicio al Estado y por superar una situación dada. Se basa en una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo que anda mal.

Se puede establecer una relación directa y obvia entre la falta de motor interno y la falta de interés por resolver los problemas. En este caso, ya sea que esta falla del motor ideológico se produzca por una carencia absoluta de convicción o por cierta dosis de desesperación frente a problemas repetidos que no se pueden resolver, el individuo, o grupo de individuos, se refugian en el burocratismo, llenan papeles, salvan su responsabilidad y establecen la defensa escrita para seguir vegetando o para defenderse de la irresponsabilidad de otros.

Otra causa es la falta de organización. Al pretender destruir el "guerrillerismo" sin tener la suficiente experiencia administrativa, se producen disloques, cuellos de botellas, que frenan innecesariamente el flujo de las informaciones de las bases y de las instrucciones u órdenes emanadas de los aparatos centrales. A veces éstas, o aquellas, toman rumbos extraviados y, otras, se traducen en indicaciones mal vertidas, disparatadas, que contribuyen más a la distorsión.

La falta de organización tiene como característica fundamental la falla en los métodos para encarar una situación dada. Ejemplos podemos ver en los Ministerios, cuando se quiere resolver problemas a otros niveles que el adecuado o cuando éstos se tratan por vías falsas y se pierden en el laberinto de los papeles. El burocratismo es la cadena del tipo de funcionario que quiere resolver de cualquier manera sus problemas, chocando una y otra vez contra el orden establecido, sin dar con la solución. Es frecuente observar cómo la única salida encontrada por un buen número de funcionarios es el solicitar más personal para realizar una tarea cuya fácil solución sólo exige un poco de lógica, creando nuevas causas para el papeleo innecesario.

No debemos nunca olvidar, para hacer una sana autocrítica, que la dirección económica de la Revolución es la responsable de la mayoría de los males burocráticos: los aparatos estatales no se desarrollaron mediante un plan único y con sus relaciones bien estudiadas, dejando amplio margen a la especulación sobre los métodos administrativos. El aparato central de la economía, la Junta Central de Planificación, no cumplió su tarea de conducción y no la podía cumplir, pues no tenía la autoridad suficiente sobre los organismos, estaba incapacitada para dar órdenes precisas en base a un sistema único y con el adecuado control y le faltaba imprescindible auxilio de un plan perspectivo. La centralización excesiva sin una organización perfecta frenó la acción espontánea sin el sustituto de la orden correcta y a tiempo. Un cúmulo de decisiones menores limitó la visión de los grandes problemas y la solución de todos ellos se estancó, sin orden ni concierto. Las decisiones de última hora, a la carrera y sin análisis, fueron la característica de nuestro trabajo.

La tercera causa, muy importante, es la falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo. Al no poder hacerlo, deben reunirse muchas experiencias de pequeño valor y tratar de extraer de allí una conclusión. Las discusiones suelen volverse interminables, sin que ninguno de los expositores tenga la autoridad suficiente como para imponer su criterio. Después de una, dos, unas cuantas reuniones, el problema sigue vigente hasta que se resuelva por sí solo o hay que tomar una resolución cualquiera, por mala que sea.

La falta casi total de conocimientos, suplida como dijimos antes por una larga serie de reuniones, configura el "reunionismo", que se traduce fundamentalmente en falta de perspectiva para resolver los problemas. En estos casos, el burocratismo, es decir, el freno de los papeles y de las indecisiones al desarrollo de la sociedad, es el destino de los organismos afectados.

Estas tres causas fundamentales influyen, una a una o en distintas conjugaciones, en menor o mayor proporción, en toda la vida institucional del país, y ha llegado el momento de romper con sus malignas influencias. Hay que tomar medidas concretas para agilizar los aparatos estatales, de tal manera que se establezca un rígido control central que permita tener en las manos de la dirección las claves de la economía y libere al máximo la iniciativa, desarrollando sobre bases lógicas las relaciones de las fuerzas productivas.

Si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, podemos analizar exactamente las posibilidades de corregir el mal. De todas las causas fundamentales, podemos considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el rigor necesario. Para ello debemos modificar nuestro estilo de trabajo; jerarquizar los problemas adjudicando a cada organismo y cada nivel de decisión su tarea; establecer las relaciones concretas entre cada uno de ellos y los demás, desde el centro de decisión económica hasta la última unidad administrativa y las relaciones entre sus distintos componentes, horizontalmente, hasta formar el conjunto de las relaciones de la economía. Esa es la tarea más asequible a nuestras fuerzas actualmente, y nos permitirá, como ventaja adicional encaminar hacia otros frentes a una gran cantidad de empleados innecesarios, que no trabajan, realizan funciones mínimas o duplican las de otros sin resultado alguno.

Simultáneamente, debemos desarrollar con empeño un trabajo político para liquidar las faltas de motivaciones internas, es decir, la falta de claridad política, que se traduce en una falta de ejecutividad. Los caminos son: la educación continuada mediante la explicación concreta de las tareas, mediante la inculcación del interés a los empleados administrativos por su trabajo concreto, mediante el ejemplo de los trabajadores de vanguardia, por una parte, y las medidas drásticas de eliminar al parásito, ya sea el que esconde en su actitud una enemistad profunda hacia la sociedad socialista o al que está irremediablemente reñido con el trabajo.

Por último, debemos corregir la inferioridad que significa la falta de conocimientos. Hemos iniciado la gigantesca tarea de transformar la sociedad de una punta a la otra en medio de la agresión imperialista, de un bloqueo cada vez más fuerte, de un cambio completo en nuestra tecnología, de agudas escaseces de materias primas y artículos alimenticios y de una fuga en masa de los pocos técnicos calificados que tenemos. En esas condiciones debemos plantearnos un trabajo muy serio y muy perseverante con las masas, para suplir los vacíos que dejan los traidores y las necesidades de fuerza de trabajo calificada que se producen por el ritmo veloz impuesto a nuestro desarrollo. De allí que la capacitación ocupe un lugar preferente en todos los planes del Gobierno Revolucionario.

La capacitación de los trabajadores activos se inicia en los centros de trabajo al primer nivel educacional: la eliminación de algunos restos de analfabetismo que quedan en los lugares más apartados, los cursos de seguimiento, después, los de superación obrera para aquellos que hayan alcanzado tercer grado, los cursos de Mínimo Técnico para los obreros de más alto nivel, los de extensión para ser subingenieros a los obreros calificados, los cursos universitarios para todo tipo de profesional y, también, los administrativos. La intención del Gobierno Revolucionario es convertir nuestro país en una gran escuela, donde el estudio y el éxito de los estudios sean uno de los factores fundamentales para el mejoramiento de la condición del individuo, tanto económicamente como en su ubicación moral dentro de la sociedad, de acuerdo con sus calidades.

Si nosotros logramos desentrañar, bajo la maraña de los papeles, las intrincada relaciones entre los organismos y entre secciones de organismos, la duplicación de funciones y los frecuentes "baches" en que caen nuestras instituciones, encontramos las raíces del problema y elaboramos normas de organización, primero elementales, más completas luego, damos la batalla frontal a los displicentes, a los confusos y a los vagos, reeducamos y educamos a esta masa, la incorporamos a la Revolución y eliminamos lo desechable y al mismo tiempo, continuamos sin desmayar, cualesquiera que sean los inconvenientes confrontados, una gran tarea de educación a todos los niveles, estaremos en condiciones de liquidar en poco tiempo el burocratismo.

La experiencia de la última movilización es la que nos ha motivado a tener discusiones en el Ministerio de Industrias para analizar el fenómeno de que, en medio de ella, cuando todo el país ponía en tensión sus fuerzas para resistir el embate enemigo, la producción industrial no caía, el ausentismo desaparecía, los problemas se resolvían con una insospechada velocidad. Analizando esto, llegamos a la conclusión de que convergieron varios factores que destruyeron las causas fundamentales del burocratismo; había un gran impulso patriótico y nacional de resistir al imperialismo que abarcó a la inmensa mayoría del pueblo de Cuba, y cada trabajador, a su nivel, se convirtió en un soldado de la economía dispuesto a resolver cualquier problema.

El motor ideológico se lograba de esta manera por el estímulo de la agresión extranjera. Las normas organizativas se reducían a señalar estrictamente lo que no se podía hacer y el problema fundamental que debiera resolverse; mantener la producción por sobre todas las cosas, mantener determinadas producciones con mayor énfasis aún, y desligar a las empresas, fábricas y organismos de todo el resto de las funciones aleatorias, pero necesarias en un proceso social normal.

La responsabilidad especial que tenía cada individuo lo obligaba a tomar decisiones rápidas; estábamos frente a una situación de emergencia nacional, y había que tomarlas fueran acertadas o equivocadas; había que tomarlas, y rápido; así se hizo en muchos casos.

No hemos efectuado el balance de la movilización todavía, y, evidentemente, ese balance en términos financieros no puede ser positivo, pero sí lo fue en términos de movilización ideológica, en la profundización de la conciencia de las masas. ¿Cuál es la enseñanza? Que debemos hacer carne en nuestros trabajos.

Ernesto El Che Guevara


POR LA LIBERACION DE LAS AMERICAS!!!

VENCEREMOS!!!